¿Son necesarias las pausas en el trabajo?
Estudios recientes han relacionado positivamente las interrupciones horarias con el aumento de la productividad.
En España, según Work Meter, pasamos más de nueve horas en la oficina pero solo somos productivos durante poco más de seis horas y media, y 38 minutos en los que no lo somos nada. Gastamos al día más de una hora en micropausas inferiores a diez minutos.
No obstante, el resultado más curioso del estudio es el que se relaciona productividad con eficiencia. Así, los martes somos más de lo primero pero los viernes, día en que muchas empresas tienen un horario intensivo, es cuando lo sacamos mayor partido: somos más eficientes. ¿Qué nos interesa, lo primero o lo segundo?
Productividad vs. Eficiencia
Productividad, en su tercera acepción, según la Real Academia Española (RAE), es la “relación entre lo producido y los medios empleados, tales como mano de obra, materiales, energía, etc”. Por su parte, eficiencia es la “capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado”. Como se ve, esta última definición es algo confusa.

Lo ideal es que la pausa contemple tanto descanso físico como mental. Quedarse en el puesto de trabajo no cubre ambos aspectos, con lo cual es mejor abandonarlo, y si es posible, realizar un poco de actividad física.
Por lo tanto, según se desprende de las definiciones, es preferible la eficiencia a la productividad. La grandes compañías no tienen problema en aunar la atención al cliente con la eficiencia necesaria a través de turnos de trabajadores en horario intensivo, y se aprovecha mejor el tiempo en continuo, con un descanso mínimo de 20 a 25 minutos, lo que facilita las comidas frugales y una vuelta al puesto más fácil, porque se recuperan antes «el hilo» y la concentración.
Las personas somos diferentes y tenemos ciclos biológicos distintos. Algunos somos más productivos a primera hora de la mañana, mientras que otros lo somos a mediodía o por la tarde. Las compañías han de tener en cuenta esta diversidad y dejar que sea el propio trabajador el que, en la medida de lo posible, planifique su jornada laboral, de forma que pueda dejar las tareas menos arduas para cuando tengan menor capacidad de concentración, y las que exigen mayor creatividad en sus momentos álgidos de energía. Estos, en el estudio, dicen que, de media, se sitúan entre las 12:00 y las 13:00 horas.